El compromiso cardíaco en la amiloidosis sistémica es un marcador de mal pronóstico, frecuentemente asociado con alta tasa de mortalidad a corto plazo. La Resonancia Magnética Cardiaca (RMC) ha demostrado ser uno de los mejores métodos en la evaluación de la acumulación de amiloide, siendo los elementos más utilizados en esta evaluación el realce tardío
El compromiso cardíaco en la amiloidosis sistémica es un marcador de mal pronóstico, frecuentemente asociado con alta tasa de mortalidad a corto plazo. La Resonancia Magnética Cardiaca (RMC) ha demostrado ser uno de los mejores métodos en la evaluación de la acumulación de amiloide, siendo los elementos más utilizados en esta evaluación el realce tardío con gadolinio (LGE), mapeo T1 y la fracción extracelular de volumen (ECV).
En un estudio reciente de Kotecha y cols., la RMC fue testeada para evaluar si en estos pacientes se puede extraer más información en el entendimiento de los mecanismos involucrados en la amiloidosis cardíaca así como para mejorar su estratificación de riesgo. Un grupo de 286 pacientes fueron estudiados e incluyó aquellos con enfermedad de cadenas livianas (AL) tratadas y no tratadas, amiloidosis transtiretina (ATTR) y controles, todos se realizaron RMC y 16 se sometieron a biopsia endomiocárdica. El objetivo principal del estudio fue observar si el edema, medido a través del mapeo T2 por RMC, estuvo presente y proporcionó información pronóstica por encima de las otras variables habitualmente utilizadas. Los resultados demostraron que T2 miocárdico fue más elevado en pacientes con AL no tratada versus AL tratada, ATTR y los controles. Lo más importante, la valoración T2 > 55 ms (1.5 T) indicó mayor riesgo de muerte independientemente de ECV o NT-proBNP. Los autores concluyeron que el edema está presente también en el miocardio de estos pacientes y puede representar un componente de riesgo adicional por encima del depósito de amiloide.
El manuscrito adiciona a nuestro conocimiento actual en este campo demostrando que otra simple y robusta medición de la RMC como es el mapeo T2 puede mejorar nuestras herramientas evaluando pacientes con amiloidosis confirmada o posible. Un punto interesante que amerita evaluación es si los cambios en T2 son más dinámicos que en T1 en esta enfermedad, ya que éste último habitualmente no cambia significativamente una vez que el amiloide se deposita. Una reducción en T2 puede ser más eficiente o una manera rápida de monitorear la eficacia del tratamiento ya que cambios en T1 no suele ser útil en este punto. A diferencia de los cambios vistos en T2 en otras enfermedades miocárdicas, en este caso la inflamación no es el componente mayor en dicha elevación, que parece deberse en su mayoría a edema aislado. Esta es una de las razones por las que los valores observados están algo superpuestos con los controles y más bajos que los valores T2 obtenidos en casos donde la inflamación juega un rol más significativo en la fisiopatología de las ateraciones miocárdicas.
Estos valores bajos obtenidos probablemente hacen de T2 una variable no muy sensible o específica para el diagnóstico de la enfermedad pero si como un marcador de riesgo y posiblemente en el seguimiento del tratamiento, como se comentó previamente. Por lo tanto, LGE, T1 y ECV continúan siendo necesarios y utilizados como los principales en el diagnóstico en casos de sospecha de amiloidosis con la adición de T2 como una medida complementaria. Dado los hallazgos reportados, parece ser una necesidad adaptar nuestros protocolos e incluir una secuencia T2 extra en las herramientas de RMC para amiloidosis para tener una mejor visión de esta variable.
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