La actividad física regular es una de las medidas más importantes para la prevención de enfermedades cardiovasculares. Su práctica habitual se ha asociado con la reducción de la mortalidad por todas las causas. Las guías actuales recomiendan actividad física aeróbica de al menos 300 minutos de intensidad moderada semanales, equivalente a 500 METS min/semana para
La actividad física regular es una de las medidas más importantes para la prevención de enfermedades cardiovasculares. Su práctica habitual se ha asociado con la reducción de la mortalidad por todas las causas. Las guías actuales recomiendan actividad física aeróbica de al menos 300 minutos de intensidad moderada semanales, equivalente a 500 METS min/semana para pacientes con enfermedad cardiovascular establecida. Sin embargo, esta recomendación se basa principalmente en el beneficio observado en estudios en prevención primaria.
En el estudio publicado del European Heart Journal se analizaron los datos de 441,798 personas. Éstas eran mayores de 40 años, quienes además participaron del programa de tamizaje de salud del Sistema Nacional de Salud Coreano entre el 2009 y el 2015.
Se les aplicaba una encuesta sobre la frecuencia de realización de actividad física en su tiempo libre reportada por los participantes. Se incluyó un total de 131 558 pacientes con enfermedad cardiovascular establecida (CVD) y 310 240 pacientes sin historia de CVD según registros electrónicos. Se dio seguimiento por un período de 5.9 años en promedio, analizando como objetivo primario la mortalidad por cualquier causa.
Entre los principales resultados del estudio, se documentó una relación inversa entre el nivel de actividad física reportada y el riesgo de mortalidad en ambos grupos (con CVD y sin CVD). Interesantemente, la realización de actividad física se asoció a una mayor reducción en la mortalidad de pacientes en prevención secundaria comparado al grupo de pacientes en prevención primaria. Esta observación podría explicarse en parte a que estos pacientes con mayor riesgo cardiovascular basal, poseen una mayor tasa de nuevos eventos anuales. De manera que el beneficio clínico sea más apreciable a un menor plazo.
Según este estudio, por cada 500 METS min/semana de actividad física reportada (300 min de intensidad moderada semanales) se observa una disminución del riesgo relativo en la mortalidad total de 14% en pacientes con CVD y de un 7% en pacientes sin CVD, respectivamente, esto alcanzando significancia estadística. Además, en pacientes con CVD se documentaba beneficio aún en rangos superiores a los 500-1000 MET-min/ semana, esta cantidad siento superior a la recomendación actual.
El beneficio observado en prevención secundaria, va acorde con hallazgos en estudios previos en donde se evidenciaba mejoría en perfil lipídico, presión arterial y en otras variables subrogadas.
El artículo discutido, ayuda a sentar la base para valorar a futuro de manera prospectiva y aleatorizada nuevas potenciales metas de ejercicio en esta población.
No obstante, entre los aspectos más interesantes, es que, en una muestra poblacional tan numerosa, hasta el 50% de los encuestados no alcanza la cantidad de actividad física recomendada por los lineamientos internacionales. El sedentarismo se ha asociado como factor predictor de aterosclerosis subclínica en población adulta. Igualmente se le atribuye alrededor de un 9% de las causas de muerte prematura a nivel mundial, siendo esta conducta cada vez más usual en sociedades industrializadas.
Por tanto, nos refleja el panorama real, donde existe aún un gran número de personas que podrían ser beneficiadas con la actividad física. El reto yace en estimular de manera efectiva la realización de ejercicio físico recomendado, tanto en prevención primaria como secundaria.
Entre las limitaciones del estudio surge que, siendo un estudio observacional, aún pese al ajuste por múltiples variables no es posible establecer con absoluta certeza si los pacientes con mayor cantidad ejercicio reportado asocian otros factores que correlacionan con un mejor pronóstico y menor mortalidad. Los mismos podrían presentar otros componentes de estilos de vida saludables como una alimentación más adecuada, mejor adherencia a medicamentos, o un mejor estado funcional basal entre otros. Sin embargo, en la práctica clínica la realización de actividad física suele correlacionarse con la adopción de estas conductas saludables.
Conclusión
Este estudio proporciona mayor evidencia a favor de continuar fomentando la realización de actividad física tanto en prevención primaria como secundaria. Una herramienta terapéutica de bajo costo y de gran valor que en la práctica aún parece infrautilizada.
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