En el siglo pasado, la digitalización de las señales analógicas representó un avance enorme en el procesamiento de hechos o datos físicos (por ejemplo, acústicos o eléctricos), químicos (por ejemplo, el pH) y por tanto, biológicos.Su permanente perfeccionamiento ha permitido una capacidad sorprendente de almacenamiento y de análisis posterior, cuyo destino en el futuro será,
En el siglo pasado, la digitalización de las señales analógicas representó un avance enorme en el procesamiento de hechos o datos físicos (por ejemplo, acústicos o eléctricos), químicos (por ejemplo, el pH) y por tanto, biológicos.Su permanente perfeccionamiento ha permitido una capacidad sorprendente de almacenamiento y de análisis posterior, cuyo destino en el futuro será, como en tantas otras áreas de la técnica y de la ciencia, su automatización.
En medicina, en especial, en el área diagnóstica, los avances son impresionantes; nada más pensar en los electrogramas almacenados en dispositivos implantables, los cuales permiten tomar decisiones que salvan la vida. Pero existen limitaciones; así como los músicos reconocen “de oído” la diferencia entre las señales analógicas de su instrumento contra sus registros digitalizados o más aún, contra un sonido creado por un sintetizador, los médicos debemos reconocer las limitaciones que existen cuando interpretamos y tomamos decisiones con nuestro paciente, a partir de datos procesados digitalmente; a todos nos ha preguntado algún paciente por qué su monitor cardiaco o su reloj de pulsaciones cambia bruscamente un valor mostrado de un segundo al siguiente.
A pesar del avance extraordinario en la adquisición de señales intracardiacas a través de catéteres y la reconstrucción tridimensional de los fenómenos electrofisiológicos normales o patológicos, son necesarios varios “artilugios” técnicos para que la información sea útil y visualmente amigable: diferentes filtros, uso de color artificial, truncamiento o amplificación de señales o el procesamiento de la interferencia de otras (estimulación, radiofrecuencia, resonancia eléctrica o magnética). Además, por tratarse de seres vivos, se agrega un ambiente dinámico (temperatura, respiración, nivel de estrés) y por ende, datos cambiantes que significan un desafío para el operador; solo con colocar un catéter en forma perpendicular o no, o presionarlo un poco más o un poco menos, puede cambiar radicalmente un electrograma, en apariencia óptimo para realizar allí una ablación1.
El artículo de Padmanabhan y col, publicado en el Journal of Innovations in Cardiac Rhythm Management2, apunta a esos desafíos y presenta una opción técnica para preservar, hasta donde sea posible, las señales analógicas registradas con catéteres intracardiacos y recabar información más cercana con la realidad; además, aporta la dirección de los avances futuros, entre los cuales por supuesto, está la automatización cada vez más veraz de los mapas tridimensionales reconstruidos a partir de estas señales y también de señales registradas en forma no invasiva. Sin embargo, a pesar del progreso de la automatización en múltiples campos de la vida social y de la salud, todavía será necesaria, por muchos años, la capacidad intuitiva, el razonamiento basado en hipótesis y el uso de datos fidedignos (“el pensamiento experto”) para el abordaje de problemas nuevos o inesperados, así como la persuasión y la compasión, cuando se trata de sopesar los riesgos contra los beneficios de cualquier intervención médica3.
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Referencias
- Josephson ME. Electrophysiology at a crossroads: A revisit. Heart Rhythm 2016; 13: 2317-2322
- Padmanabhan D, Foxall T, Drakulic B, Witt C, Killu A, Naksuk N, Sugrue A, Venkatachalam KL, Asirvatham A. Initial Experience with the BioSig PURE EP Signal Recording System: An Animal Laboratory Experience. The Journal of Innovations in Cardiac Rhythm Management, 2017, 8; 2690–2699. DOI: 10.19102/icrm.2017.080407
- Nam S. Will Health Care Be Disrupted? Project-syndicate, Ene-5-2017
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