Tener perro como mascota mejora la sobrevida luego de un evento cardiovascular mayor

Tener perro como mascota mejora la sobrevida luego de un evento cardiovascular mayor

Ninguna medida sobra si esta contribuye a reducir el preocupante 85% de mortalidad cardiovascular reportado en 2016 (1). La depresión, el vivir solo, el aislamiento social, entre otras, son condiciones generalmente olvidadas y/o menospreciadas en la evaluación clínica las cuales aumentan la mortalidad luego de un evento cardiovascular no fatal (3, 4). Curiosamente, el soporte

Ninguna medida sobra si esta contribuye a reducir el preocupante 85% de mortalidad cardiovascular reportado en 2016 (1). La depresión, el vivir solo, el aislamiento social, entre otras, son condiciones generalmente olvidadas y/o menospreciadas en la evaluación clínica las cuales aumentan la mortalidad luego de un evento cardiovascular no fatal (3, 4).

Curiosamente, el soporte psicosocial ofrece beneficios sin importar el tipo o su procedencia (5), a título de ejemplo, la propiedad de mascotas, particularmente perros, ha probado reducir la sensación de aislamiento y la depresión (6,7) en estudios modestos (n=12  y n=369) (8,9) los cuales sugirieron también una mejor sobrevida al año tras un evento cardiovascular mayor. Sin embargo, otros reportes fuera de Estados Unidos no han mostrado diferencias en readmisión ni muerte al comparar pacientes con perros con aquellos que no poseen mascotas (10). No obstante, la American Heart Association en el 2013 se pronunció a favor de tener animales caseros por el posible beneficio implicado sin incurrir en riesgos cardiovasculares (11).

Supliendo la carencia de evidencia representativa, Mubanga y cols. recientemente publicaron un original e interesante artículo con una considerable muestra de sujetos que sugirió que efectivamente, el tener como mascota un perro mejora el pronóstico tras un evento cardiovascular (12).

Utilizando el Registro Nacional de pacientes suecos, se analizaron 321,430 individuos entre 40 y 85 años de edad, que padecieron infarto miocardico  (n=186,421) o  EVC (n=157,851) entre enero 2001 y Diciembre 2012 (periodo de estudio de 12 años). Los sujetos debian tener al menos 15 años viviendo en Suecia y haber estado libre de eventos durante los 5 años previos.

Conocer la pertenencia y exposción con los perros y por ende lograr el reclutamiento necesario, fue posible gracias el registro obligatorio establecido en Suecia desde el 2001. El resto del diseño metodológico puede revisarse en la referencia original.

El objetivo primario del estudio fue la medición de muerte cardiovascular y el secundario recurrencia a 30 días del diagnóstico índice durante el periodo señalado (infarto o ictus).

De los pacientes incluidos cuyo evento índice fue infarto miocárdico (n=181,696) el 5.7% eran propietarios de perros (10,287); en promedio estos eran un poco más jóvenes (64 vs 71 años). Luego de ajustar edad y sexo, los dueños de perros tenían mayor probabilidad de casarse (74.4% vs 55.8%), procrear más hijos, recibir mejores ingresos y vivir en mejores condiciones. Las comorbilidades fueron similares entre los dueños de perros y los que no.

Durante el seguimiento de la cohorte post infarto ocurrieron 69,232 muertes del total de pacientes. Las muertes entre los dueños y los no dueños de perros fue de 16.6% vs 39.4% del total de los pacientes seguidos al año. Después del ajuste multivariables, incluidos  sexo y edad, el riesgo de muerte fue menor en los dueños de perros que en los que no poseían perros (HR, 0,74; IC del 95%, 0,71-0,78) siendo mucho más acentuada en aquellos cuya única compañía era su mascota.

En el 1er año después del infarto agudo de miocardio se registraron 29336 (16.1%) muertes. Las probabilidades de morir al año fueron más bajas en los dueños de perros que en los no propietarios (OR ajustado, 0.72; IC del 95%, 0.67–0.78;) lo que equivale a una reducción del riesgo absoluto del 2.4% (IC 95%, 1.8% –2.9%). Se observó que este efecto fue mayor al considerar la raza ya que los terrier, sabuesos y retrievers se asociaron a mejores resultados.

La cohorte cuyo evento índice fue un EVC isquémico (n=154,617) la posesión de perros fue registrada en 7,244 (4.8%). Al igual que el grupo con infarto, estos eran más jóvenes, casados con mayor frecuencia y tenían hijos siendo la mayoría de sexo femenino. Durante el seguimiento fallecieron 67,277 pacientes representando 42.5%. Al igual que la cohorte cuyo evento índice fue un infarto miocárdico, el riesgo de muerte fue menor en los pacientes con perros (HR, 0.78; 95% CI, 0.74-0.82) hallazgo significativo aún luego del ajuste multivariable. Las razas caninas asociadas a mejor resultado fueron daschshunds, sabuesos, retrievers y perros de compañía.

La reducción en la recurrencia del evento índice a los 30 días fue clara en el grupo con infarto miocárdico (HR of 0.91; 95% CI, 0.86-0.97) pero no en el grupo de EVC isquémico. En este estudio se logró replicar el impacto de las mascotas encontrado por Friedmann E, et al. (1990, 1995)  donde la sobrevida postinfarto de los poseedores de mascotas fue mayor que aquellos que no tenían mascotas tras un año de seguimiento (94% vs 71%) respectivamente.

fig

La figura muestra la relación de riesgo entre poseer un perro y muerte posterior a un infarto o ECV.

Los mecanismos detrás de estos resultados son hipotéticos y giran alrededor de la mayor actividad física y la mejor destreza motora y mental necesarias para el cuidado de una mascota. A favor de esto, los perros más pequeños son los menos ejercitados por sus dueños (15) y fueron los que menos beneficio mostraron. Independientemente de la cantidad de actividad física, las mascotas contribuyen a reducir el sedentarismo, aumentando la posibilidad de detectar síntomas de forma precoz (14). Además se cree que el afecto mutuo ayuda a aliviar el estrés que implica la soledad, el aislamiento social y la depresión (3,4, 13) factores ya probados como de mal pronóstico.

El presente trabajo se trata de un estudio con una muestra considerable que permitió analizar un gran número de covariables. Las debilidades del análisis (reconocidas por los autores) incluyen: clasificación incorrecta de tener o no tener perros ya que es posible que la mascota esté presente en el hogar de un enfermo y no necesariamente estar registrada bajo su nombre; tiempo variable de vida y exposición a la mascota; el sesgo de elección ya que además de un asunto de gustos, no se descarta que aquellos pacientes en mejor capacidad fisica y mental adquieran una mascota con la confianza en que podían cubrir sus necesidades y proveerles la necesaria atención.

El impacto a largo plazo de recomendar la adquisición de mascotas luego de un sujeto sufrir eventos cardiovasculares sigue siendo desconocido; se requiere otro tipo de estudios los cuales siempre estarán sujetos a diferencias personales y culturales. Sin embargo, este tipo de investigaciones son bienvenidas ya que al incorporar medidas relativamente sencillas y de bajo coste, estas pudieran tener un impacto importante en la salud cardiovascular tanto en prevención primaria como secundaria, sumándose al ya difundido uso de antitrombóticos, betabloqueantes, estatinas y técnicas de revascularización que constituyen la base de las Guías basadas en evidencia (2).

Autores:

Dr. Eliomar García-Bello

Dr. Cesar J Herrera

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REFERENCIAS

1-Naghavi M, Abajobir AA, Abbafati C, Abbas KM, Abd-Allah F, Abera SF, Aboyans V, Adetokunboh O, Afshin A, Taki M, Aichour E. Global, regional, and national age-sex specific mortality for 264 causes of death, 1980– 2016: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2016. Lancet. 2017; 390:1151–1210. doi: 10.1016/S0140-6736(17)32152-9

2-Atlas Writing G, Timmis A, Townsend N, Gale C, Grobbee R, Maniadakis N, Flather M, Wilkins E, Wright L, Vos R, Bax J, Blum M, Pinto F, Vardas P. European society of cardiology: cardiovascular disease statistics 2017. Eur Heart J. 2018; 39:508–579. doi: 10.1093/eurheartj/ehx628

3-Barth J, Schumacher M, Herrmann-Lingen C. Depression as a risk factor for mortality in patients with coronary heart disease: a meta-analysis. Psychosom Med. 2004; 66:802–813. doi: 10.1097/01.psy.0000146332.53619.b2

4-Schmaltz HN, Southern D, Ghali WA, Jelinski SE, Parsons GA, King KM, Maxwell CJ. Living alone, patient sex and mortality after acute myocardial infarction. J Gen Intern Med. 2007;22:572–578

5-Linden W, Stossel C, Maurice J. Psychosocial interventions for patients with coronary artery disease: a meta-analysis. Arch Intern Med. 1996; 156: 745–752.

6-Knight S, Edwards V. In the company of wolves: the physical, social, and psychological benefits of dog ownership. J Aging Health. 2008;20:437– 455. doi: 10.1177/0898264308315875

7-Cline KM. Psychological effects of dog ownership: role strain, role en- hancement, and depression. J Soc Psychol. 2010;150:117–131

8-Friedmann E, Katcher AH, Lynch JJ, Thomas SA. Animal companions and one-year survival of patients after discharge from a coronary care unit. Public Health Rep. 1980; 95:307–312.

9-Friedmann E, Thomas SA. Pet ownership, social support, and one- year survival after acute myocardial infarction in the Cardiac Arrhythmia Suppression Trial (CAST). Am J Cardiol. 1995; 76:1213–1217.

10-Parker GB, Gayed A, Owen CA, Hyett MP, Hilton TM, Heruc GA. Survival following an acute coronary syndrome: a pet theory put to the test. Acta Psy- chiatr Scand. 2010; 121:65–70. doi: 10.1111/j.1600-0447.2009.01410.

11-Levine GN, Allen K, Braun LT, Christian HE, Friedmann E, Taubert KA, Thomas SA, Wells DL, Lange RA; American Heart Association Council on Clinical Cardiology; Council on Cardiovascular and Stroke Nursing. Pet ownership and cardiovascular risk: a scientific statement from the American Heart Association. Circulation. 2013; 127:2353–2363.

12-Mubanga et al; Dog Ownership and Mortality after a MACE. Circ Cardiovasc Qual Outcomes. 2019; 12:e005342.

13-Saunders DH, Greig CA, Mead GE. Physical activity and exercise after stroke: review of multiple meaningful benefits. Stroke. 2014; 45:3742–3747. doi: 10.1161/STROKEAHA.114.004311

14-Garrity TF, Stallones LF, Marx MB, Johnson TP. Pet ownership and attachment as supportive factors in the health of the elderly. Anthrozoös. 1989; 3:35–44.

15-Pickup E, German AJ, Blackwell E, Evans M, Westgarth C. Variation in activity levels amongst dogs of different breeds: results of a large online survey of dog owners from the UK. J Nutr Sci. 2017; 6:e10. doi: 10.1017/jns.2017.7

 

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